Hay manos que sienten,
hay manos que avanzan
seguras y firmes,
calmando el dolor,
ajustando un hueso,
relajando un músculo,
dejando flexible la
articulación.
Hay manos que vibran,
serenas y fuertes con
un magnetismo de suave temblor,
sanando un tejido,
despertando un nervio,
vendando un esguince,
frotando un tendón…con
la maestría del que tiene un don;
hacer llevaderos – por
rudos que sean –
espasmo y angustia,
insomnio y tensión.
Manos que adivinan en
donde nos duele
y saben tocarnos con
gracia y unción;
aquí se detienen,
allá se prodigan,
con ritmo sedante cual
una oración.
Desprenden efluvios de
luz bienhechora y
dejan sus huellas
mensajes de amor..
y acuñan e irradian el
arte de Hipócrates,
la luz de Avicenta,
la magia del Sol.
Si alguno descubre las
manos que digo,
¡Bendígalos siempre
con honda ilusión!
Porque transfiguran la
carne herida,
¡y curan, a veces,
hasta el corazón!
Rogelio Garrido
Montaña
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